11/11/08

Entrevista a Leonardo Favio


Por Ezequiel Siddig
esiddig@miradasalsur.com

Esta vez, el gorro es blanco, de leñador. Está entrando al Auditórium del Casino de La Rambla, y la sala está atestada de fanáticos compasivos y nada histéricos. El núcleo de su hinchada lo componen la Juventud Cinéfila y decenas de señoras que se han acercado para sonrojarse como de costumbre. Estalla un aplauso sostenido, veraniego, de solsticio: muy alto. La presencia del director mendocino emociona. Es la apertura del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y quien entra es el cantante y cineasta Leonardo Favio para bendecir con su presencia la proyección de Aniceto, su última obra, tan plástica y danzarina, tan de acuarela y de chicotazos de riña de gallo. Se trata de una reversión maleva del Romeo y la Julieta, del trío novelero de un gallero, su santita y la putita de perdición que lo lleva a un trágico final. Recomponen en clave musical su famoso film Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza, y unas pocas cosas más..., que filmó en 1966 basado en el cuento El cenizo, de su hermano Zuhair Jury.
Favio se retira y hay apagón. Un escarabajo Volkswagen en la pantalla anuncia el baile por los parlantes pegados al techo. Sobreimprime el nombre de Favio y vuelta a aplaudir, como en los cines de antes. El agua carmesí de una acequia y una niña hermosa que lava sus pies a la vera del paraje de los gitanos, recién idos. Aparece un morocho, le cabecea. Hernán Piquín, el protagonista muy engominado. El público aplaude. A rabiar…

Mar del Plata es la ciudad de las amplitudes térmicas, y allí en el Audiotórium reina la única sombra en donde hace calor. Afuera están los pochocleros con sus manzanas caramelizadas, el río de chicos sanjuaninos en viaje de egresados, el lobo marino de piedra, las medialunas de la Boston y el dulce de leche Chimbote. Allí viene y va el mar, un mar de azul frío, como de petróleo inquieto. “La ciudad feliz del pueblo peronista.”

Frente a esas aguas planchadas, el peronista de raza, Favio, se apresta a una conversación con Miradas al Sur, al borde del Boulevard Marítimo, en el bar del viejo y nuevo Hotel Hermitage.

–¿Cuándo comenzó a pensar en volver filmar el Aniceto?

Fue en el último cumpleaños de Niní (Marshall). Estaba Lino Patalano y me preguntó si nunca había pensado en hacer el Aniceto en ballet. Al otro día, nos pusimos a trabajar con Verónica (Muriel) y (Rodolfo) Mórtola en un ballet para teatro. Lo llamé al compositor Iván Wiszogrod y le bosquejé algunas ideas que tenía para la música. Tchaikovsky… La tarea para llegar al guión cinematográfico duró siete años.

–Los planos parecen lienzos. Los cielos están pintados, la luz refuerza el artificio que muestra una apariencia de exterior en un interior.

Permanentemente yo he soñado con imitar la textura de los últimos films de Kurosawa. Además, me pareció ideal para buscar mayor intensidad audiovisual. El ballet ya era una coartada. Luego, creo que es mi obra más pictórica, donde he trabajado mucho más el color y los telones, lo que me terminó llevando a un efecto más que teatral, titiritero.

–La música es conmovedora cuando entra Piquín.

Sí, sacude.

–Los bailarines mostraron una plasticidad compositiva actoral notable. La muerte de Piquín tiene mucha verdad. Cuando aparece el personaje voraz de la Lucía (Alejandra Baldoni), parece una Sofía Loren. ¿Cómo trabajó para su expresividad actoral?

Ellos tienen una inusual capacidad. Las danzas son resueltas con una sola toma, pero también teníamos que dar el momento cinematográfico con un primer plano. Eso acerca el intérprete al espectador y cada uno de los bailarines aportó mucho más de lo que se le pedía.

En 1965, el Festival de Mar del Plata había otorgado un Premio Especial a la película más conmovedora de un joven Favio, Crónica de un niño solo. En esta edición, se le motorgó el Premio Astor Piazzolla a la trayectoria. Los anfitriones fueron una suave Julieta Díaz y un resuelto Gastón Pauls quien, cuando el sonido del video con imágenes de las películas del director de Gatica, el mono, falló, musitó: “la etapa muda del cine de Leonardo Favio”. Todos rieron. Favio entró. La presidenta Cristina Kirchner estaba en el escenario. Entonces Favio dijo: “Uno la ve tan frágil, tan bonita, que parece mentira que tenga tanta fortaleza para lidiar con este vendaval de mediocres, mezquinos y angurrientos… Yo estoy feliz como cuando era chico y corría desnudo junto al río con mis amigos. Feliz como en ese tiempo”.

–Sus palabras me impresionaron. No oculta su apoyo político.



El movimiento peronista siempre fue un imposible, una quimera, algo inalcanzable. Pero fue maravilloso. Ocurre que Cristina tiene la fuerza arrolladora del convencimiento. Lo que le hace falta es un resguardo de las tormentas. Como imagen te diría que es una llama al centro que necesita del cuidado de una especie de vidrio alrededor. Como las lámparas, porque sino está muy desprotegida contra la ignorancia. He apostado muy fuertemente mi alegría apoyando a este gobierno. Tenemos que dejar a un lado ese absurdo pudor que guardan los intelectuales, temerosos de que el día de mañana se los regañe por haber apostado como apuestan los humildes.


entrevista en Miradas al Sur. 09/11/08

1 comentario:

polycarpo dijo...

http://www.elliberal.com.ar/secciones.php?nombre=home&file=ver&id_noticia=081109BF1

entrevista a leonardo favio en el diario el liberal de santiago del estero, del 10 de noviembre de 2008

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