El tiempo es un instrumento lento pero despiadado

No me gusta la literatura de Aguinis. Ni siquiera sus primeras obras. La Literatura muchas veces está condicionada por el mercado editorial y la academia. Se pone de moda alguien, es impulsado por algún interes particular en un momento, pero siempre prevalecen las grandes obras. Aquellas que están sustentadas por algo más que el mercado y la Academia.
Cien años de Soledad fue publicada en 1967 por la editorial Sudamericana, luego de haber transitado un largo peregrinar por distintas editoriales, que con distintas excusas (hasta se llegó a criticar su extensión) la fueron desestimando. De Roberto Arlt se afirmaba que escribía mal.
Uno de mis profesores de Latín sostenía que el tiempo operaba como un gran filtro, decantando y realizando una selección que nos permitía formar un corpus imprescindible. Es imposible conservar todo. Hoy nos queda de la literatura griega y latina unos treinta autores entre el siglo VIII A.C. y el siglo II D.C.

La historia se encargará de la obra de Aguinis, como se encargó de la obra de Hugo Wast, de Silvina Bullrich. Por propio peso es una obra destinada al olvido. Lineal, conservadora, oportunista, escrita a pedido, no tiene posibilidad de trascendencia porque no fue concebida más que como coyuntura. "¿Qué es esto? Catilinaria" jamás podrá alcanzar a "Radriografía de la pampa", se perderá en el olvido. La obra publicada en 1933 por Ezequiel Martinez Estrada, nada tiene que ver con la de 1956, sobre todo por su odio. Es un texto escrito en venganza, con odio, sin la luminaria que lo caracterizó.

Alguien que escribe sobre "LA MORAL", así con mayúscula, sobre los valores y la verdarera Res Publica, con la gravedad que lo caracteriza, debería ser casi un Asceta. No es posible tener palenque ande ir a rascarse y a su vez andar como el tero, porque nunca escapa el cimarrón si dispara por la loma.

Caerá en la ignominia de su propia deshonestidad. Porque el tiempo es un instrumento lento, preciso pero despiadado. khronos conocedor de su pasado se tragaba a sus hijos, hasta que se encontró con la piedra que lo fijó para siempre, atravesado por el rayo.