24/4/11

Ayer se me fue un amigo


Ayer se me fue un amigo. Se llamaba Francisco "Pancho" Larrarte y tenía 92 casi 93 años.
Fue bailarín del Colón, pianista, profesor de zapateo americano, coréografo, actor en cine y publicidad, pintor, egresado de la escuela superior de bellas artes Ernesto de la Cárcova, melómano, interprete de japonés y albañil; le gustaban las películas musicales, el jazz, Belá Bartok, Brahms y Sibelius con locura. Lector de Kitano Nishida. Taoista, Cristiano, Ateo, Budista, pero un hombre que creía en el milagro siempre, y según el día, en alguna teoría religiosa o en ninguna. Amaba la vida por sobre todas las cosas.

Ayer dijo basta y se fue. No se murió, porque para él eso era imposible. Siempre me decía que le gustaría seguir viviendo. La vida le parecía corta, por eso se la gastó toda y no dejó ni un poquito así. Se fue como le gustaba, sin nada. Para ser, también hay que aprender a no ser. Jamás le puso llave a la puerta, su casa siempre estaba abierta, aun cuando no estaba.

Se va y no siento el espacio vacío, al contrario, me lleno de recuerdos, de cariño. De asados interminables hasta las cinco de la mañana, de mates de leche bajo el cedro que traspasaba las nubes pero él que medía un metro sesenta le cortó la punta; de la música, de sus flores de Loto, de su amistad.

Anoche pensaba, mientras tomaba un mate, al lado del fuego bajo el rocío de la noche: ¿y si resucita?. Pancho es capaz. Él sabía que el tiempo se achicaba en su reloj y no quería irse. Creo que se fue porque ya no se sentía con fuerzas para caminar, para agarrar un pala, para cocinarse solo, para hacer lo que siempre hizo. Creo que se fue porque era lo último que podía tolerar. Le prohibieron el cigarrillo y se lo bancó, le prohibieron el vino y se lo bancó, le sacaron la sal, el azucar, las carnes rojas y siguió por un amanecer más. Cuando la vida amagó con doblarlo, le encontró el límite. "Pare la mano tayador" y se plantó.
Amaba la vida pero también su dignidad, y sabía que si no podía bastarse a sí mismo, ya no era lo mismo.

Y se fue un sábado veintitres de abril de dos mil once. Había nacido el veintinueve de mayo de mil novecientos dieciocho, se llamaba Francisco Larrate, vivía en Paso del Rey y los amigos le decíamos Pancho.

3 comentarios:

ElOtroCampo dijo...

es muy emotivo lo que escribiste. Son aquellas personas que dan ganas de haber podido compartido asados, un mate bajo el árbol o un vino al lado del fueguito. Sin haberlo conocido, lo saludo a don Pancho y a todos sus amigos que ya lo están extrañando.

musidora dijo...

amoroso lo que escribiste

sé que la palabra suena cursi, pero hay que recuperar su sentido original: lleno de amor

Gonzalo Agustin Sueiro dijo...

Muchas gracias por sus palabras, se agradece en estos momentos. Un abrazo

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